Abraham G. Werner (1749-1817)
Nació en Wehrau, aldea de Prusia. Estudió Derecho y Minería. Trabajó cinco años con su padre en la fundición de la que este era capataz. En 1775 fue nombrado inspector de minas y profesor de la Escuela de Minería de Freiberg, Sajonia, en la que permanecería 40 años, convirtiéndola en la más importante de Europa. Fue un gran docente, muy apreciado por sus alumnos, de los que algunos serían famosos, como Alexander von Humboldt, Andrés del Río y Leopold von Buch. De salud frágil, fue un geólogo teórico, que realizó poco trabajo de campo y tampoco fue aficionado a poner sus ideas por escrito. Usaba el término geognosia para referirse al estudio de la estructura de la Tierra. Su primera obra fue “Sobre los caracteres externos de los fósiles” (1774), un tratado de mineralogía descriptiva. La más famosa es “Breve clasificación y descripción de los diferentes terrenos” (1787), resultado de su trabajos en las montañas del Harz, describiendo las distintas series de estratos y estableciendo su cronología relativa.
Werner distingue en la corteza terrestre cinco tipos de terrenos:
- Terrenos primitivos, como el granito, el gneis, los pórfidos cuarcíferos y otras rocas plutónicas, formados en el fondo del océano primitivo.
- Terrenos de transición, como las pizarras, calizas, diabasas y grauvacas, que creía que estaban igualmente repartidos por todo el planeta.
- Terrenos estratificados, constituidos por las series sedimentarias de estratos fosilíferos y trap, lignitos y basaltos, originados en la época de la emergencia de las montañas sobre el nivel del mar.
- Terrenos de acarreo, depósitos poco consolidados de períodos recientes, como arcillas, gravas, arenas y conglomerados.
- Terrenos volcánicos, como lavas y tobas, que consideraba efecto de la combustión espontánea de los yacimientos subterráneos de carbón.
Werner creía que en su origen la Tierra estaba totalmente cubierta por el océano primitivo, en el que primero se fueron depositando por precipitación química el granito y el gneis; posteriormente habría comenzado la sedimentación de partículas sólidas, y el nivel de las aguas había ido bajando a la vez que emergían los terrenos que formarían las montañas. Esta teoría fue conocida como “neptunismo” y durante medio siglo estuvo en disputa con el plutonismo, teoría que acabó imponiéndose y que adjudica al fuego interno el papel de causa fundamental de la estructura terrestre. Uno de los errores más graves de Werner fue justamente no reconocer que los basaltos eran rocas ígneas.